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El Mercurio.
En la sección Economía y Negocios, Felipe Morandé postula una nueva clasificación de liberales, sumando una a las ya clásicas: 'liberal conservador' - extraño, pero así lo sostuvo Brunner- y al 'liberal progresista'. Ésta sería la de 'liberal solidario', consistiendo en un punto medio entre las anteriores, puesto que el primero tendría como uno de sus dogmas la disminución del rol del estado, y para el segundo la permanencia del estado en áreas que considera claves tales como: salud y educación. Así el 'liberal solidario' propondría que el rol del estado no es obligatorio y tampoco se puede prescindir de él a priori. El rol que desempeñaría sería evaluado caso a caso.
Resulta curioso que a ratos nos referimos a conservador como una ideología -entiéndase 'conservadurismo'-, la cual sería la oposición al liberalismo. Sin embargo, ser conservador es una actitud frente al mundo, de alguna forma es el rechazo al cambio, y por lo mismo el apego a lo tradicional, sin que ello implique una visión del mundo o del hombre. Y menos de la sociedad. Aunque, por cierto hay autores que clasificamos como conservadores, pero por distintos motivos, sin que ello genere una escuela o una ideología. Pues éstos respondían a momentos específicos, y no planteaban un 'deber ser' o una teoría de la sociedad.
El liberalismo, en cambio, cuenta con un sustento filosófico, ideológico que podemos remontar a filósofos como Locke, y en la actualidad al recientemente fallecido John Rawls. Quienes establecen límites a la intervención del estado, y una superioridad del individuo por sobre la sociedad, una supremacía del bien individual por sobre el bien común, en oposición a una visión comunitarista del mundo. En todos ellos hallamos ciertas constantes y la formación de una escuela de pensamiento o una ideología.
Ahora, podemos referirnos a la díada liberal-conservador en un eje valórico, pero tampoco me resulta acertado en este caso usar el término 'conservador', pues éste responde más bien a una posición valórica acorde a lo dictado por el cristianismo en la mayoría de los casos. Así nos referiríamos a ellos como 'cristianos', sin embargo, ello tiene una visión religiosa, y la sociedad y la política occidental está mayoritariamente secularizada y laicizada. Me queda otra opción, llamarlos ius naturalistas, pero las diversas corrientes de ésta no nos permiten tener una visión más o menos uniforme de ellos. Comunitaristas, tampoco es acertado, pues no todos quienes se denominan conservadores son comunitaristas. Tradicionalistas, otra opción, pero ¿qué tradición siguen?. En fin, creo que es más fácil llamarlos conservadores. Aunque siempre quieren conservar algo distinto. ¿Será que son progresistas encubiertos?.
Pienso que la díada liberal-conservador es el eje sobre el cual se debate la política, aunque en Chile aún sigamos con la díada izquierda-derecha, casi identificándola como anti-Pinochet/Pinochetista o voté si-voté no. Y por ello, no creo que con un gobierno de Bachelet el eje de la política cambie.
Junto con los liberales "conservadores" y "progresistas", están aquellos que quieren introducir mecanismos de mercado en la provisión de servicios públicos, pero de la mano de un Estado solidario.
Algún entusiasta de los logros económicos de nuestro país en los últimos veinte años y de los amplios consensos en materia económica, envalentonado tal vez por el espíritu dieciochero, puede lanzar al aire una frase como que en Chile somos todos liberales. Después de todo, desde 1985 han pasado gobiernos de muy distinto signo político y el país sigue ostentando un lugar de privilegio en los rankings mundiales de libertad económica.
Pero ese rapto de entusiasmo no pasa de ser una apreciación demasiado ligera. Por de pronto, el ser liberal no es sólo un asunto económico sino que toca a todas las formas en que el individuo se plantea frente al Estado, la sociedad, la política, las instituciones y la cultura. Y si hablamos exclusivamente de lo económico, los matices abundan. Liberales en esta área hay en forma transversal desde la UDI hasta el PS.
José Joaquín Brunner quiso distinguir esto llamando a unos liberales conservadores, a quienes ubica hacia la derecha del espectro político, y a otros liberales progresistas, localizados en el seno de la Concertación. Ambos comparten como principio que el mercado es el mejor asignador de recursos, pero disienten respecto de hasta dónde puede el mercado robarle terreno al Estado en la provisión de los servicios públicos. Los liberales conservadores buscarán siempre "soluciones privadas a problemas públicos", parafraseando el título de un libro muy revelador en esta materia del Instituto Libertad y Desarrollo; en cambio, los liberales progresistas, optarán por guardar para el Estado servicios que consideran indispensables para disminuir las inequidades, como la educación y la salud.
A lo anterior habría que agregar también una dimensión valórica en la que los liberales progresistas, haciendo honor a su nombre y apellido, se sienten más abiertos a los cambios culturales y más proclives a la defensa a ultranza de los derechos de las personas. Mientras, los liberales conservadores tienden a privilegiar el derecho de propiedad y resienten la amenaza que trae la globalización cultural a instituciones sociales que consideran básicas, como la familia tradicional.
Este bipolarismo liberal, reconocidamente simple, admite sin embargo terceras partes. Quiero presentar, en tal sentido, una vertiente que podríamos calificar como intermedia entre las dos anteriores: la de los liberales solidarios. Esta categoría se acerca a la calificada por Brunner como liberales conservadores en cuanto a expandir los mecanismos de mercado a la provisión de servicios públicos, pero de la mano de un apoyo subsidiario del Estado tan intenso como la exigiría un liberal progresista.
Por ejemplo, se trataría de extender masivamente los subsidios a la demanda para que los más pobres accedan a servicios de salud y educación provistos indistintamente por entidades privadas o públicas, eliminando los actuales subsidios a la oferta (más evidentes en el caso de la salud pública), al tiempo que el monto per cápita de esos subsidios se incrementaría sustancialmente. En el caso de la educación, ello podría materializarse en una duplicación de la subvención escolar para familias del quintil más pobre, así como la instauración de un subsidio portable a las madres de menores ingresos para que dejen a sus hijos menores en jardines infantiles y guarderías, mientras trabajan y luchan por salir de la pobreza.
El liberal solidario comparte con el progresista su interés por la equidad, manifestada en la igualdad de oportunidades, pero está dispuesto a buscar los mecanismos más eficientes para conseguir ese propósito, los que, la mayoría de las veces, se circunscriben a introducir la lógica de la competencia y el mercado en áreas que para un liberal progresista ello es un tabú.
El liberal progresista se desenvuelve en el llamado mundo progresista a secas, donde se respira una sospecha casi visceral respecto del sector privado y las cualidades de los empresarios. De ahí que palabras como "regulación", "fiscalización" e "intervención" son prioritarias en el léxico progresista, mucho más que otras como "eficiencia", "productividad" o "crecimiento". Y los más moderados de los progresistas, que querrían salirse de estas casillas, terminan aceptándolas en aras de la unidad, la intención de ganar espacios desde dentro, o simplemente por el gusto del poder.
El liberal conservador, por su parte, probablemente se siente parte de una red de intereses privados -a veces también de lazos familiares o sociales- que le quita grados de autonomía a la hora de llevar a cabo políticas públicas. El liberal solidario, en cambio, ve en el empresario privado al mejor aliado para traer progreso al país en un marco de plena competencia y de fuerte innovación, sin prebendas, aliado que además puede ser involucrado en iniciativas de bien público.
Para un liberal solidario, el crecimiento económico es casi un valor absoluto. Es que es sólo el crecimiento el que a la larga trae más empleo y mejores salarios para todo el mundo, ayudando al progreso de todos y cada uno. Y porque además el crecimiento económico permite al Estado recaudar más recursos para hacer su labor solidaria con los que menos tienen.
En pos del crecimiento, el liberal solidario puede ser audaz y apostar incluso a medidas menos ortodoxas que apoyen la innovación tecnológica e inciten un espíritu schumpeteriano en el sector privado, algo que un liberal conservador mirará con sospecha. A diferencia de un liberal progresista, sin embargo, una política como ésta la hará por la vía de una exención tributaria y no creando una entidad estatal que administre burocráticamente el gasto destinado a innovación.
Finalmente, veo en el liberal solidario a un espíritu libre, dispuesto a entender y aceptar la globalización de la cultura, prescindiendo de anteojeras moralistas pero ferozmente atado a la declaración universal de los derechos del hombre, buscador de la eficiencia y la transparencia a todo nivel y, a la vez, comprometido con la creación de riqueza como la única manera de apuntar a que todos tengamos a una vida digna.
"Para un liberal solidario, el crecimiento económico es casi un valor absoluto. Es que es sólo el crecimiento el que a la larga trae más empleo y mejores salarios para todo el mundo."
En la sección Economía y Negocios, Felipe Morandé postula una nueva clasificación de liberales, sumando una a las ya clásicas: 'liberal conservador' - extraño, pero así lo sostuvo Brunner- y al 'liberal progresista'. Ésta sería la de 'liberal solidario', consistiendo en un punto medio entre las anteriores, puesto que el primero tendría como uno de sus dogmas la disminución del rol del estado, y para el segundo la permanencia del estado en áreas que considera claves tales como: salud y educación. Así el 'liberal solidario' propondría que el rol del estado no es obligatorio y tampoco se puede prescindir de él a priori. El rol que desempeñaría sería evaluado caso a caso.
Resulta curioso que a ratos nos referimos a conservador como una ideología -entiéndase 'conservadurismo'-, la cual sería la oposición al liberalismo. Sin embargo, ser conservador es una actitud frente al mundo, de alguna forma es el rechazo al cambio, y por lo mismo el apego a lo tradicional, sin que ello implique una visión del mundo o del hombre. Y menos de la sociedad. Aunque, por cierto hay autores que clasificamos como conservadores, pero por distintos motivos, sin que ello genere una escuela o una ideología. Pues éstos respondían a momentos específicos, y no planteaban un 'deber ser' o una teoría de la sociedad.
El liberalismo, en cambio, cuenta con un sustento filosófico, ideológico que podemos remontar a filósofos como Locke, y en la actualidad al recientemente fallecido John Rawls. Quienes establecen límites a la intervención del estado, y una superioridad del individuo por sobre la sociedad, una supremacía del bien individual por sobre el bien común, en oposición a una visión comunitarista del mundo. En todos ellos hallamos ciertas constantes y la formación de una escuela de pensamiento o una ideología.
Ahora, podemos referirnos a la díada liberal-conservador en un eje valórico, pero tampoco me resulta acertado en este caso usar el término 'conservador', pues éste responde más bien a una posición valórica acorde a lo dictado por el cristianismo en la mayoría de los casos. Así nos referiríamos a ellos como 'cristianos', sin embargo, ello tiene una visión religiosa, y la sociedad y la política occidental está mayoritariamente secularizada y laicizada. Me queda otra opción, llamarlos ius naturalistas, pero las diversas corrientes de ésta no nos permiten tener una visión más o menos uniforme de ellos. Comunitaristas, tampoco es acertado, pues no todos quienes se denominan conservadores son comunitaristas. Tradicionalistas, otra opción, pero ¿qué tradición siguen?. En fin, creo que es más fácil llamarlos conservadores. Aunque siempre quieren conservar algo distinto. ¿Será que son progresistas encubiertos?.
Pienso que la díada liberal-conservador es el eje sobre el cual se debate la política, aunque en Chile aún sigamos con la díada izquierda-derecha, casi identificándola como anti-Pinochet/Pinochetista o voté si-voté no. Y por ello, no creo que con un gobierno de Bachelet el eje de la política cambie.
Junto con los liberales "conservadores" y "progresistas", están aquellos que quieren introducir mecanismos de mercado en la provisión de servicios públicos, pero de la mano de un Estado solidario.
Algún entusiasta de los logros económicos de nuestro país en los últimos veinte años y de los amplios consensos en materia económica, envalentonado tal vez por el espíritu dieciochero, puede lanzar al aire una frase como que en Chile somos todos liberales. Después de todo, desde 1985 han pasado gobiernos de muy distinto signo político y el país sigue ostentando un lugar de privilegio en los rankings mundiales de libertad económica.
Pero ese rapto de entusiasmo no pasa de ser una apreciación demasiado ligera. Por de pronto, el ser liberal no es sólo un asunto económico sino que toca a todas las formas en que el individuo se plantea frente al Estado, la sociedad, la política, las instituciones y la cultura. Y si hablamos exclusivamente de lo económico, los matices abundan. Liberales en esta área hay en forma transversal desde la UDI hasta el PS.
José Joaquín Brunner quiso distinguir esto llamando a unos liberales conservadores, a quienes ubica hacia la derecha del espectro político, y a otros liberales progresistas, localizados en el seno de la Concertación. Ambos comparten como principio que el mercado es el mejor asignador de recursos, pero disienten respecto de hasta dónde puede el mercado robarle terreno al Estado en la provisión de los servicios públicos. Los liberales conservadores buscarán siempre "soluciones privadas a problemas públicos", parafraseando el título de un libro muy revelador en esta materia del Instituto Libertad y Desarrollo; en cambio, los liberales progresistas, optarán por guardar para el Estado servicios que consideran indispensables para disminuir las inequidades, como la educación y la salud.
A lo anterior habría que agregar también una dimensión valórica en la que los liberales progresistas, haciendo honor a su nombre y apellido, se sienten más abiertos a los cambios culturales y más proclives a la defensa a ultranza de los derechos de las personas. Mientras, los liberales conservadores tienden a privilegiar el derecho de propiedad y resienten la amenaza que trae la globalización cultural a instituciones sociales que consideran básicas, como la familia tradicional.
Este bipolarismo liberal, reconocidamente simple, admite sin embargo terceras partes. Quiero presentar, en tal sentido, una vertiente que podríamos calificar como intermedia entre las dos anteriores: la de los liberales solidarios. Esta categoría se acerca a la calificada por Brunner como liberales conservadores en cuanto a expandir los mecanismos de mercado a la provisión de servicios públicos, pero de la mano de un apoyo subsidiario del Estado tan intenso como la exigiría un liberal progresista.
Por ejemplo, se trataría de extender masivamente los subsidios a la demanda para que los más pobres accedan a servicios de salud y educación provistos indistintamente por entidades privadas o públicas, eliminando los actuales subsidios a la oferta (más evidentes en el caso de la salud pública), al tiempo que el monto per cápita de esos subsidios se incrementaría sustancialmente. En el caso de la educación, ello podría materializarse en una duplicación de la subvención escolar para familias del quintil más pobre, así como la instauración de un subsidio portable a las madres de menores ingresos para que dejen a sus hijos menores en jardines infantiles y guarderías, mientras trabajan y luchan por salir de la pobreza.
El liberal solidario comparte con el progresista su interés por la equidad, manifestada en la igualdad de oportunidades, pero está dispuesto a buscar los mecanismos más eficientes para conseguir ese propósito, los que, la mayoría de las veces, se circunscriben a introducir la lógica de la competencia y el mercado en áreas que para un liberal progresista ello es un tabú.
El liberal progresista se desenvuelve en el llamado mundo progresista a secas, donde se respira una sospecha casi visceral respecto del sector privado y las cualidades de los empresarios. De ahí que palabras como "regulación", "fiscalización" e "intervención" son prioritarias en el léxico progresista, mucho más que otras como "eficiencia", "productividad" o "crecimiento". Y los más moderados de los progresistas, que querrían salirse de estas casillas, terminan aceptándolas en aras de la unidad, la intención de ganar espacios desde dentro, o simplemente por el gusto del poder.
El liberal conservador, por su parte, probablemente se siente parte de una red de intereses privados -a veces también de lazos familiares o sociales- que le quita grados de autonomía a la hora de llevar a cabo políticas públicas. El liberal solidario, en cambio, ve en el empresario privado al mejor aliado para traer progreso al país en un marco de plena competencia y de fuerte innovación, sin prebendas, aliado que además puede ser involucrado en iniciativas de bien público.
Para un liberal solidario, el crecimiento económico es casi un valor absoluto. Es que es sólo el crecimiento el que a la larga trae más empleo y mejores salarios para todo el mundo, ayudando al progreso de todos y cada uno. Y porque además el crecimiento económico permite al Estado recaudar más recursos para hacer su labor solidaria con los que menos tienen.
En pos del crecimiento, el liberal solidario puede ser audaz y apostar incluso a medidas menos ortodoxas que apoyen la innovación tecnológica e inciten un espíritu schumpeteriano en el sector privado, algo que un liberal conservador mirará con sospecha. A diferencia de un liberal progresista, sin embargo, una política como ésta la hará por la vía de una exención tributaria y no creando una entidad estatal que administre burocráticamente el gasto destinado a innovación.
Finalmente, veo en el liberal solidario a un espíritu libre, dispuesto a entender y aceptar la globalización de la cultura, prescindiendo de anteojeras moralistas pero ferozmente atado a la declaración universal de los derechos del hombre, buscador de la eficiencia y la transparencia a todo nivel y, a la vez, comprometido con la creación de riqueza como la única manera de apuntar a que todos tengamos a una vida digna.
"Para un liberal solidario, el crecimiento económico es casi un valor absoluto. Es que es sólo el crecimiento el que a la larga trae más empleo y mejores salarios para todo el mundo."
Comentarios
yo aunque soy catolico ortodoxo, dejo la fe en casa y trato de pensar en la sociedad desde el pto de vista donde legislar sea pensando en todos y no solo en los que creen en mi fe, ademas que la iglesia y ciencia no coinciden, es hora de que la iglesia acepte que su autoridad esta en los creyentes y no puedeimponer su moral a la sociedad.
http://www.fotolog.net/marcus_in_usa
ese es el flog del lolo, ahi mismo en sus FF esta
http://www.fotolog.net/hugsfromaz
que es el viejo
Me carga que no me crean....
estas bien? sigues lindo? sigues sexy?
imagino que si
va un besito
2º Me parece que esta satanizado el concepto del liberal conservador en Chile. La asociacion con el Neoliberal es directa. O por lo menos poco sutil. Hay que tener cuidado, por que creo que en la clase política abundan mucho mas los liberales conservadores que los progresistas. De hecho, a riesgo de equivocarme, el gobierno de Lagos ha sido en este sentido, mas liberal conservador que progresista, al menos en materia economica.
Por ultimo, exelente idea la de publicar estas columnas que algunos pasamos por alto, no por poco interes, si no que por no saber que existen.
Saludos
Gabriel