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Apuntar, luego disparar.

Hace tiempo ya me dijeron: "tienes corazón de piedra", palabras que aún resuenan y generan cierto dolor en mí. Con el tiempo he descubierto que no tengo un corazón mineral, sino que lleno de sentiemientos, con capacidad de entregarse, de dar cariño, capaz de emocionarse y sentir. Esas palabras aún están en cierto modo presente, quizás no tanto por el dolor que generaron, y aún persiste. Son palabras presente debido a que recuerdo que era una persona explosiva, que decía lo que le nacía, sin medirlas, sin tener la capacidad de darme cuenta que ellas tienen una carga emocional fuerte en quien las recibe, más aún cuando a quien las dirigía sentía algo por mí, me quería. De modo que eran palabras que dolían. En una ocasión mi hermano mayor me dijo: tienes que apuntar y luego disparar. Vale decir, pensar qué decir, a quién decir, y luego decirlo. Siempre hay formas más agradables de decir algo desagradable, o algo que uno siente. Si llega y dispara más de un inocente puede ter