Claudio el cronocida

La incertidumbre aún permanece. He tratado de evitarla, obviarla y desviarla. Para ello bajé unas canciones, las escuché, canté y casi memoricé. Escribí en el fotolog de un amigo, quien recomienda unos cantantes, de quienes bajé unos temas y no eran muy buenos, así que en gustos musicales no tenemos muchos aciertos.
Recordando otros 'famosos' que tuvieran blogs, revisé el de José Miguel Villouta, (josemiguelvillouta.blogspot.com). Leí algo de lo que tenía escrito, debo reconocer que a veces son bien largos sus post, incluso más que los míos.
En una parte de su blog cita Sullivan, y recordé a Andrew Sullivan (www.andrewsullivan.com) un gay vih+ desde hace 10 años, y se mantiene con las visitas a su sitio, que es bueno. Hay contenido en su web, acabo de leer algo que escribió sobre Terry Schiavo, queriendo salir del caso particular, y abordando el tema de fondo. Se pregunta si ¿vale la pena o es necesario mantenerla con vida?, si tienen tiempo léanlo.
Ahora me voy a leer un rato, continuando con mi cronocidio, pero al menos me culturizaré conociendo y disfrutando a uno de los grandes de las letras chilenas, e incluso latinoamericano. Bolaño, ¿quién más?.
Mientras les cuento mi futuro no puedo dejar de recordar dos anécdotas relacionadas con Bolaño. La primera sucedió mientras estaba participandod en misiones de la UC en el sur. En una localidad un poco aislada, sin muchos diarios, ni acceso a lo que pasaba en el mundo. Uno de esos días me encuentro con otros misioneros, estudiantes de periodismo y ciencia política. Uno de ellos comenta: murió Bolaño, y el otro reponde-pregunta, ¿quién era?, su interlocutor: Chespirito, nunca recibió el órgano para el trasplante en España.
Periodistas, no?
No comment.

En otra ocasión, después de practicar natación me junté con mi hermana para ir a comer con unos amigos de la Universidad. El lugar era la estación de metro. Me llama y avisa que está en la estación anterior a la acordada. Veo el tren, las puertas se abren y mi hermana, me ve y nos subimos inmediatamente al mismo tren. Entonces aparece frente a mi, una persona en sus 20 años, vestido de negro, alto, quien llevaba en sus manos un libro, Bolaño. Pero no uno de sus libros, sino uno que lo analizaba.
Seguí conversando con mi hermana, y llamaba a mis amigos para ajustar los últimos detalles de la comida. Mientras las miradas se comenzaban a cruzar. En las estaciones siguientes el carro se desocupaba. Se apoyó en las puertas que dan al túnel, y al lado de él hubo un espacio. ¿Yo o mi hermana?. Le dije que se colocara al lado. Así nuestras miradas seguían cruzándose.
Mientras conversaba con mi hermana, sentía que él nos escuchaba. A ratos se reía. No podía recordar los nombres y eso él lo notaba. Y sus labios volvían a sonreír.
Estamos atrasados, le dije a mi hermana. Tendremos que correr, insistí. No quiero, estoy cansada, y han pasado años sin hacer deporte. Lo siento, lo vas a tener que hacer. O si no perderemos la reserva.
Faltan dos estaciones. Nuestras miradas seguían cruzándose. Al igual que las risas.
Ya, nos bajamos en la estación siguiente.- dije.
Con mi hermanaba trataba de no olvidar a los comensales, los repetíamos una y otra vez. Y en una de esas ocasiones se levanta un dedo, y escucho un: ¿y yo?. Lo miré, era una mirada que invitaba a decirle: vamos. Los ojos reflejaban ternura, quietud y alegría.
Mi hermana estaba ahí, no podía invitarlo así sin explicárselo. Con mis amigas no había problema. Sólo atiné a mover los hombros, queriendo indicarle: no puedo, pero quiero.
Las ganas de entregarle una tarjeta, de pedirle su número, su nombre estaban presentes. Y mientras nos aprontábamos a bajarnos se escucha un: suerte, que no lleguen tarde. Frases que aún permanecen en mi memoria. Y sin duda fueron esas palabras las que nos permitieron llegar a hora.
Y tal vez por eso lea a Bolaño, una manera de recuperar gratos momentos.
Ahora los dejo, me esperan unos...
Detectives Salvajes.

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