Lo leí en... "Revista de Libros". Fuera del clóset... y del estante

Debo comenzar reconociendo que no soy un especialista en literatura. Sólo soy un lector momentáneo, y cuando lo hago me declaro polígamo, pues leo varios libros a la vez, aunque procuro terminarlos todos.

Hace un tiempo fui invitado a exponer en la semana de Ciencia Política sobre minorías sexuales y su participación e intregración en el sistema político. Para lo cual me basé, en parte, en 'literatura gay' chilena, pues la exposición versaba sobre este caso en particular. Y en ello vi una evolución en como es descrito, caracterizado el homosexual, para el caso me remití sólo a tres autores -todos abiertamente homosexuales- Pedro Lemebel, Juan Pablo Sutherland y Pablo Simonetti.

El primero lo representa como la 'loca', y sus libros giran en torno a una historia netamente gay y la mayoría personajes también lo son. En Sutherland, el gay deja de ser 'la loca' o el travesti. Es el que tiene pinta de herterosexual, pero marginal, vive en la periferia y tiene sus encuentros en parques, que comienzan con miradas. Al igual que Lemebel los personajes son mayoritariamente gays. Por último en Simonetti, tanto en sus cuentos como en su novela, el gay es un personaje más, aunque en los cuentos casi siempre es el protagonistas, no así en la novela -aunque más de alguien podría afirmar lo contrario. Aquí el gay es distinto, pertenece a los estratos socioeconómicos más altos, está plenamente integrado a la sociedad, aunque 'dentro del clóset', su orientación sexual la mantiene en secreto, y la vive con culpabilidad. El gay no es afeminado, sino que por el contrario tiene una apariencia totalmente heterosexual.

Pero, de todas formas me queda la pregunta, ¿existe la 'literatura gay'?, ¿es un género, un sub-género?, no lo sé. Me lo he preguntado, sin encontrar una respuesta que me satisfaga. Ya que es posible hallar y hablar sobre la 'novela histórica', y no genera problemática.

El artículo de David Leavitt que presento a continuación propone una evolución de la 'literatura gay' -con lo cual no responde a mi pregunta, pues supone a priori la existencia de la literatura gay- desde ésta hacia una 'literatura post-gay'. El cambio radicaría en que el gay es un personaje más del relato, podría ser el protagonista, antagonista o un personaje secundario. Así la literatura sería un reflejo de los cambios culturales, donde el gay deja de ser un tipo extraño, un tipo que se estudia por si solo, sino que es un igual que forma parte de la gran novela que es la vida.



Literatura gay
Fuera del clóset... y del estante

Gracias a los esfuerzos de los hombres y mujeres que abrieron las primeras librerías gays, una nueva generación está madurando y para ella todo el asunto de la homosexualidad es sólo una de una gran multitud de maneras de ser.

David Leavitt

Cuando supe que después de más de 30 años de negocios, la "Oscar Wilde Book-shop" - que afirmaba ser la primera librería gay y lesbiana del mundo- se proponía cerrar sus puertas, la noticia me provocó una punzada de nostalgia. En 1983, yo trabajé allí por exactamente un día. Había egresado seis meses antes de la universidad, quería ser un escritor, había salido del clóset recientemente, y necesitaba un trabajo a tiempo parcial. La "Oscar Wilde" me pareció justo lo que buscaba.

Lo recuerdo como un lugar acogedor, y bastante melancólico. Después de un breve recorrido, su dueño, Craig Rodwell, me hizo sentar en la recepción, me mostró cómo manejar la caja registradora y me dijo lo que él consideraba la regla fundamental del lugar: decir "hola" a cada cliente que entraba. Había gente en el mundo para quien solamente cruzar el umbral de una librería gay exigía coraje, y él quería que ellos se sintieran bienvenidos, no intimidados.

Por siete horas me senté detrás de la caja registradora, marqué las compras, dije repetidas veces "hola", y, cuando no había clientes, ojeé la mercadería. ¿Qué era un libro adecuado para la "Oscar Wilde"? En la sección de ficción lesbiana estaba la novela de Rita Mae Brown, Rubyfruit Jungle (1973), lo cual tenía sentido: el cuento de Brown de la madurez sexual de una joven en el Sur Profundo fue la personificación de la novela lesbiana. Pero no había una copia de A Compass Error (1969), de Sybille Bedford, con su relato franco del amor y la traición entre mujeres durante la Segunda Guerra Mundial. ¿Esto, me pregunté, porque Bedford, a diferencia de Brown, no era abiertamente lesbiana? ¿Era necesario que un escritor declarara públicamente su homosexualidad para ser vendido en la "Oscar Wilde"? De ser así, quizás esto pueda explicar por qué no había copias de Falconer, de John Cheever - en la que el héroe, después de matar a su hermano, experimenta una especie de redespertar espiritual y carnal en la cárcel- en la sección de ficción de hombres gays. Pero había muchas copias de Front Runner de Patricia Nell Warren, un clásico de la época. Warren no sólo era heterosexual, era una mujer. ¿Entonces por qué no Cheever?

No obtuve el trabajo, sospecho que porque me quejé a Craig, demasiado fuerte, sobre los libros que no estaban presentes, dándole un sermón sobre los peligros de confundir la ficción con la propaganda. ¿Quién quiere ser aleccionado? Cuando atardeció, me pagó, me dio un sonríe no-nos-llames-te-llamaremos, y me mostró la puerta. Desde entonces yo he pasado mucho tiempo en las librerías gays - a veces como autor dando una lectura, a veces como cliente- y mi actitud continúa siendo muy similar a la del día que trabajé en aquella tienda: la gratitud cediendo paso a la confusión y luego a la molestia.

Aunque es probable que la "Oscar Wilde" fuera la primera librería autoidentificada como gay, la idea se remonta a una fecha tan temprana como 1913, cuando el expatriado escritor americano Edward Prime-Stevenson introdujo un volumen de cuentos, Her Enemy, Some Friends and Other Personages (Su enemigo, algunos amigos y otros personajes), con este aviso: "La edición extremadamente limitada de este volumen lo restringirá a estar disponible sólo dirigiéndose a ciertos libreros del continente europeo".

La segregación y la discreción fueron asimismo las contraseñas de las primeras librerías norteamericanas gays, la mayoría de ellas literalmente armarios: mal ventilados, oscuros y diseñados para que la gente no pudiera ver su interior desde la calle. Aunque la visibilidad quizás sea la meta del movimiento gay de liberación, esto estaba en contra de las exigencias de la librería gay - sobre todo proveer un espacio seguro para que las personas pudieran hojear sin preocuparse de la "observación antipática".

Naturalmente, todo cambió. En poco tiempo las propias tiendas empezaron, por así decirlo, a salir del clóset, exponiendo los libros (y clientes) a la fresca luz del día. Estos fueron gestos de liberación, pero también señalaron la declinación de las librerías gays y aunque, a última hora, un benefactor intervino para impedir el cierre de "Oscar Wilde", la mayoría de su tipo quebró pronto. La internet asumió todas las funciones que las tiendas habían tenido como "recursos de la comunidad", mientras la llegada de las cadenas significó que los mismos libros que normalmente habían estado disponibles en las librerías gays ahora se podrían encontrar en cualquier parte. La ética de las cadenas fue sofocar por emulación, y entonces "Borders" (pero no "Barnes & Noble"), como si rindiera homenaje a las tiendas que había ayudado a cerrar, montaba áreas de ficción de hombres gays que muchas veces eran más chocantes a causa de lo que no había que de lo que sí había.

Pero hay un problema mayor. Una librería gay (o un estante gay en una librería general) implica que haya tal cosa como un libro gay. Cuando yo empecé a escribir, una novela gay, por lo menos, era bastante fácil de definir. En ella la homosexualidad del héroe o de la heroína estaba por necesidad en el centro dramático de la trama. Según esta definición, Maurice de E. M. Forster probablemente fue la primera novela gay en la que su relato del despertar gradual a su propia homosexualidad, su iniciación en el amor y el sexo, y su decisión subsiguiente de vivir con su amante fuera de la sociedad más que rendirse a sus ortodoxias, presupuso que su homosexualidad era intrínseca a su esencia.

Sacar a la luz tal novela - especialmente en la primera mitad del siglo XX- requería un coraje del que Forster carecía; aunque Maurice fue escrita en 1914, él no dejó que fuera publicada hasta después de su muerte, en 1970. Por entonces habían aparecido tantas novelas gays que los críticos no reconocieron su originalidad y fuerza. Esas novelas reflejaban las preocupaciones de una época en que, especialmente en el mundo anglo-sajón, la idea de la homosexualidad como una identidad fue suplantando una concepción más vieja de la homosexualidad como un comportamiento o una fase, a la que una persona podía dejar en el pasado o renunciar - es decir, si no se suicidaba antes.

No obstante, aun antes de la publicación de Maurice, habían empezado a aparecer libros que, aunque trataban explícitamente la homosexualidad, cuestionaban esta definición de la novela gay. Las novelas y cuentos de escritores gays que no encajaban en el molde eran tan difíciles de clasificar como aquellas de los escritores heterosexuales (por ejemplo Torridge, de William Trevor) que sí lo hacían.

Las actitudes fueron cambiando más rápido que los hábitos. Mientras lo hacían, la novela gay junto con la librería gay quedaban obsoletas. Principalmente gracias a los esfuerzos de los hombres y mujeres que abrieron las primeras librerías gays, una nueva generación está madurando y para ella todo el asunto de la homosexualidad es sólo una de una gran multitud de maneras de ser. Cuando yo era estudiante universitario y asistía a talleres de narrativa, llevaba cuentos con personajes gays a clases con el mayor desgano: temía la intolerancia de mis compañeros... y la vivía. Hoy incluso mis estudiantes heterosexuales en la Universidad de Florida ponen personajes gays y lesbianas en sus cuentos, sin parpadear. ¿Por qué no deberían hacerlo?

Cada vez más, la ficción gay está cediendo lugar a la ficción post-gay: novelas y cuentos cuyos autores, en vez de tener la homosexualidad de un personaje como el punto de apoyo de la trama, lo dan por sentado, considerándolo como parte de algo más grande o ignorándolo por completo. En la mayoría de estas obras ser gay no es lo central; éstas sólo son personas viviendo sus vidas.

Quizás la diferencia entre gay y post-gay pueda ser personificada por dos de los cinco finalistas para el premio Booker 2004, The Master, de Colm Toibin, y The Line of Beauty, de Alan Hollinghurst, que lo ganó. The Master indudablemente es una novela gay muy tradicional, que consiste, como dijo un amigo, de "capítulos tras capítulos en los que Henry James no sabe lo que ya todos sabemos que él no sabe". El héroe de The Line of Beauty reconoce claramente que él es gay, pero el relato se enfoca en sus experiencias más que en sus luchas por definirse. Lo reconozco, The Line of Beauty trata de mucho más que de ser gay en Londres en los años ochenta; trata del mundo de ese tiempo, su geografía política y moral, y por lo tanto trata de la historia y lo que significa ser humano, y vivir en ese mundo.

Alguna vez fue revolucionario publicar una novela gay, o abrir una librería gay, pero es posible que haya llegado el tiempo en que lo revolucionario sea jubilar completamente esa categoría. Yo estoy por pasar al futuro post-gay - esta es la razón por la que cada vez que voy a "Borders", traslado algunos libros del estante de ficción gay a la sección de ficción general, restableciéndolos a sus lugares legítimos en el flujo alfabético y promiscuo de la literatura.

The New York Times (extracto)
Traducción de Rosa Norton

David Leavitt.

Comentarios

Lautaro dijo…
El día en que no se clasifique a la literatura entre gay y no gay y todo sea sólo literatura a secas será un gran día. Ojalá sea más temprano que tarde.
bear hug,
Donkan/Mauro dijo…
Concuerdo en las maneras de escribir de los autores que mencionas, al menso de los dos que he leido, Simonetti y Lemebel, este último la verdad ni siquiera me di el tiempo para terminar de leer. Un libro de autor chileno y con tematica gay es "Quedate por esta noche" lo interesante es que refleja una mirada de la historia de chile, ademas de la forma de vivir asumiendose en esta sociedad. Te dejo este link si te interesa http://www.editorialforja.cl/quedate.html

salu2
Pablillous dijo…
el primer libro que lei de tematica gay fue "Maurice" cuando tenia como 19 años, me dejo muy impactado.... casi nunca leo nada que tenga etiqueta de gay..no por verguenza ni nada parecido..solo que mi experiencia me indica que la literaura militante a veces en su afan de ser "representativa" descuida la calidad...prefiero unaliteratura como digo Eleu..sin etiquetas donde esten los personajes y la sensibilidad gay,
como tambien podria estarlo el orgullo patriotico o cualquier otro

abrazos
yO, cLaUdiO dijo…
Concuerdo con Donkan Mauro, en que la forma de escribir de Lemebel a veces no permite que su lectura sea fácil, rápida, ni tampoco muy agradable, pues se caracteriza por su crudeza -no lo digo por las ideas, sino por la forma, el lenguaje- en la forma de escribir.
Pablillous, creo que esa literatura que prefieres leer es la que el autor llama post-gay, y es tambièn un reflejo de la sociedad, es de alguna forma un segunda oleada de literatura gay, es cuando el gay adquiere una variedad, distintas versiones, ya no es sólo la 'loca', no es sólo el marginal, sino que un integrado, el gay con pinta de heterosexual.

Un Abrazo
Benjactor dijo…
o sea cualquier intento por escribir literatura especializada es una ofensa a la inteligencia, parece tremendo lo que digo pero lo siento asi, la literatura en cuanto a arte no puede ser dirigida a uns ector especifico, homosexual, hetero, bi...lo especializado es lo comercial y necesario, o sea libros de cocina, ingenieria, quimica, politica, astrologia, moda, lo que sea, pero arte no...no poh...
Lemebel no hace literatura de loca, hace literatura...
eso
un besito
Cinepop dijo…
Siempre creí que esa diferencia era sólo comercial...
He leído de Lemebel y Simonetti, pero ninguno me mueve realmente.

Gracias por tu comentario
Nos vemos
SPOTLIGHT dijo…
total y absolutamente deacurdo contigo... Grax a Dios no incluiste al peruano_besador_farandulero.Jaime Baily es lo peor que he leido en literatura Gay...pornografia barata.
Mr.B
Anónimo dijo…
De todos los que han comentado, me gusta Lemebel, pero para nada Simonetti ni Bayly. Les recomiendo un escritor nuevo del que leí su libro hace poco, es muy bueno. Se llama Eduardo García y la novela que leí se llama FELIZ CUMPLEAÑOS, TE QUIERO.
Saludos,
Rodrigo E.

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